.::No olvidemos. No perdonemos. No nos reconciliemos. Juicio y castigo a los corruptos.::.

Dios ha muerto

Dios ha muerto… no lo mató Zaratustra, lo mató el terremoto de Haití y allí quedará sepultado.

Quienes conocen las miserias y penurias que han sufrido los negros de Haití jamás podrán aceptar el crimen horrendo que este Dios injusto y cruel ha cometido contra este pueblo. Y que no nos vengan a decir que con misas y oraciones harán que a los niñitos haitianos- éste maldito Dios- los llevará a su Reino.

Un vergonzoso sepulcro de mentiras le han erigido sus fanáticos, aquellos hipócritas que le llaman “Todopoderoso, protector y bueno”; los descarados que se atreven a decir que Él “protege y ama a su pueblo”…Los adulones y vividores, los que le han levantado un altar sepulcral irracional y estúpido, edificado sobre los dogmas que nos predican y enseñan, ellos son los culpables de su muerte.

¿Milagroso? ¿Por qué no le dio ganas de enviar a su ángel Gabriel donde una “virgen preñada, Negra o María”, para que nos anunciara que un 12 de Enero (no 21) al pueblo haitiano le iba a nacer un redentor? (la muerte).

Tampoco escuchó sus gritos desesperados para que los sacaran vivos de sus malolientes sepulcros. Infinitamente cruel, no se molestó en aplastarlos, los dejó vivos; sí, les “concedió” suficiente tiempo para que por noches eternas olieran la peste de sus propias tumbas.

Allí los mantuvo, abandonados… desesperados… quizás fue la única forma que encontró para hacerlos renegar de sus amados dioses del vudú, para que sólo adorándolo a Él, sumidos en el dolor de sus sepulcros, maldijeran a sus dioses ancestrales.

Sepultos, torturados, con su fe humillada, fueron obligados a rogarle perdón. Pero todo fue en vano, a pesar de sus plegarias fueron ignorados por el monstruo y sus ángeles custodios que, temerosos de la ira de su Dios vengativo, se negaron acudir a la ola de clamor que brotaba de la Tierra.

Intolerante… henchido de celos divinos, enfurecido por la traición que aquellos adoradores del vudú le habían manifestado, ordenó a los demonios de su llamada Creación desatar su cólera divina… quería demostrar con sangre y muerte que Él era el único y verdadero faraón y Dios. Desde entonces sabrían los haitianos que a sus dioses del vudú jamás debían venerarlos.

Dios no respeta cultos ni culturas, es un conquistador, un Pizarro que codicia pleitesía. “¡Qué ningún otro dios sea adorado sobre la Tierra!”, decía Jehová, viendo como se hundía Haití.

Celebrar un “servicio protestante o una misa” a Dios, para que Él ayude al pueblo de Haití a recuperar sus fuerzas es un acto de puro cinismo y descaro, sólo comparable al hecho de que el mafioso asesino, junto a sus cómplices, se presentan al entierro de su víctima para darle el pésame a la viuda y a sus hijos.

Desde esta tragedia sufrida por Haití, las iglesias de la Tierra no son más que tumbas malolientes, cascarones vacíos, testimonios vivientes de que ha muerto Dios. Güido Riggio Pou - CD


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Dios no ha muerto si fuera asi nada malo les habria pasado a los haitianos. el es el peor de todos los dictadores."hagase su voluntad en la tierra como en el cielo''. sino los mato a todos.

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